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Kit para Inversores

Tu caja de herramientas para una inversión óptima.


Sobre vos

En el proceso de invertir, vos sos la parte más importante: tanto el servicio de tu asesor como la elección final de los productos están completamente subordinados a lo que vos querés y necesitás.
En este apartado de tu “caja de herramientas inversora” podés encontrar los conceptos esenciales para cumplir tus objetivos de inversión. Tenerlos en claro te garantiza que contás con la preparación necesaria para iniciar el viaje hacia un manejo más productivo de tu dinero.
 

“Conocete a ti mismo” es el aforismo que decoraba el templo de Apolo en Delfos. Sin duda, seguir el consejo es muy recomendable en todos los ámbitos de la vida, pero resulta completamente indispensable cuando se trata de conocer quién y cómo sos a la hora de invertir. 

¿Qué destino pensás dar a la rentabilidad que puedas obtener? ¿Hasta qué punto te sentís capaz de aceptar pérdidas en tu capital sin dejar de dormir por las noches? ¿Durante cuánto tiempo querés mantener la inversión? Estas y otras muchas preguntas configuran tu perfil de inversión, que es la piedra angular de una inversión exitosa.

Conocé si tu perfil de inversión es conservador, moderado o agresivo consultando la sección Tu perfil de inversión y descargando la ficha Conocé tu perfil de inversión.

De manera intuitiva, asumimos que el riesgo es la probabilidad de que disminuya el precio de mercado de un activo. Esto es cierto… y no lo es. Vamos a aportar algunos matices.
En el ámbito de las inversiones, el riesgo de un producto significa, sencillamente, que es muy difícil predecir la evolución futura de su valor. Los motivos pueden ser variados: que el precio del activo experimente con frecuencia fluctuaciones significativas, que la empresa emisora pertenezca a un sector de actividad innovador o muy dependiente de circunstancias externas, que el instrumento venza a largo plazo o no tenga fecha de vencimiento, que la entidad esté atravesando dificultades, etc.

El riesgo no solo se manifiesta en forma de pérdidas en el valor de mercado; también puede ocurrir que nuestra inversión se revalorice, pero en menor medida de lo que esperamos. Por otra parte, los inversores profesionales que operan con los muy complejos productos derivados saben que, en ocasiones, las pérdidas se sufren cuando aumenta el precio del activo. 
Invertir significa convivir siempre con cierto nivel de riesgo, más o menos relevante según la naturaleza del producto y la solvencia del emisor. Sólo se exceptúan los depósitos a plazo fijo que, técnicamente, no son inversiones, sino productos bancarios. Más allá del plazo fijo, siempre existe la probabilidad de que nuestros activos o nuestra cartera de valores nos brinde alguna que otra sorpresa poco agradable. 
¿Significa esto que a los inversores nos gusta sufrir? Es obvio que no. Al menos, no sin un buen motivo. La contrapartida a esta valiente aceptación del riesgo es la fundada perspectiva de hacer crecer nuestro dinero, obteniendo rendimientos que superen con holgura el efecto de la inflación y generen rentabilidades positivas en términos reales.

Si hubiera que elegir una palabra como mantra para alcanzar el Nirvana inversor, esta sería diversificación. Es el término técnico para lo que la sabiduría popular llama “evitar el peligro de poner todos los huevos en la misma canasta”. Sí, el riesgo aporta cierta emoción, ¡pero es mejor mantenerlo bajo control!
En el terreno de las inversiones, diversificar significa colocar el dinero en una variedad de productos e instrumentos de inversión, con el propósito de controlar el riesgo global de la cartera: si la diversificación está bien hecha, es muy improbable que TODOS los valores evolucionen de forma negativa al mismo tiempo, por lo que las pérdidas de unos quedarán compensadas por el buen comportamiento de otros.
La diversificación interesa a inversores de todos los perfiles, incluso a los que se consideran conservadores y prefieren la tranquilidad de productos con bajo riesgo.

Existen diferentes maneras de diversificar, que podés aplicar de manera combinada:
  • Diversificación por tipo de activos: combinar instrumentos de diferente naturaleza es una de las formas más sencillas y prácticas de diversificar: bonos y obligaciones a distintos plazos, acciones, fondos comunes, depósitos, etc. 
  • Diversificación por sectores: por muy prometedor que parezca un determinado sector de actividad, no es buena idea concentrar en él todo tu capital. No queda tan lejos el estallido de burbuja de las puntocom (año 2000), que arruinó a muchos inversores principiantes convencidos de que las empresas tecnológicas eran la única opción digna de ser tenida en cuenta. Hay sectores más estables que otros, y los ciclos económicos o los momentos de crisis no afectan a todos del mismo modo ni con igual intensidad. Aprovechá la variedad que ofrecen los mercados para incluir en tu cartera valores que representen distintas actividades económicas.
  • Diversificación por entidades emisoras: Igual que ocurre con los sectores, a veces alguna empresa se pone de moda y sus valores comienzan a subir. Poner todos tus ahorros en un solo valor implica vincular tu futuro financiero al de la empresa elegida; en caso de que sus resultados no sean positivos, tu inversión también se verá perjudicada. Siempre que sea posible, invertí en una variedad de empresas. Recordá que tus asesores están capacitados para orientarte sobre la situación financiera y las perspectivas de negocio de las diferentes compañías.
  • Diversificación geográfica o regional: una parte importante del riesgo de las entidades emisoras está vinculado a las condiciones macroeconómicas de sus respectivos países. Por ese motivo, elegir valores con diferentes vínculos territoriales puede ser una buena forma de dispersar el riesgo. 
  • Diversificación por divisas: La evolución de los tipos de cambio puede tener un profundo impacto en tus inversiones. Seleccionar activos denominados en diferentes monedas es una buena forma de controlar los riesgos asociados a la eventual devaluación de las divisas.  
¿Y si no podés diversificar? Si tu capacidad de ahorro es limitada, o solo podés invertir un monto reducido (debido a otras obligaciones de pago, compromisos familiares o por cualquier otro motivo), todavía te podés beneficiar de las ventajas de la diversificación. La vía para conseguirlo son los fondos comunes de inversión, que te permiten acceder a una variedad de mercados y productos, con una inversión mínima que está al alcance de todos.
 

Comprender los aspectos fundamentales de los productos y mercados financieros es condición necesaria, pero no suficiente, para adoptar las decisiones de inversión más beneficiosas para vos en cada momento. El motivo es que las fluctuaciones de los mercados suelen provocar fuertes impactos emocionales que afectan a la toma de decisiones, incluso en inversores experimentados.

Prevení el efecto de estos sesgos psicológicos descargando la ficha Trucos y trampas de tu cerebro inversor.


Sobre tus asesores

En el mundo de las inversiones hay espacio y productos adecuados para personas con todo tipo de objetivos financieros, preferencias sobre el riesgo y niveles de experiencia. Sin embargo, se trata de un entorno especializado en el que tener un buen asesor puede hacer toda la diferencia. Considerá al asesor como el mejor compañero de viaje para transitar con confianza tu ruta por los mercados de valores.
 

Para garantizar que todos los profesionales que brindan asesoramiento o venden productos de inversión al público cuentan con la preparación, la experiencia y la integridad necesarias, la Comisión Nacional de Valores (CNV) exige que superen un examen de idoneidad. 
Esto significa que nuestro personal idóneo tiene un conocimiento especializado sobre los instrumentos y mercados sobre los que te asesora. Además, está sujeto a un código ético por el que tus intereses y objetivos financieros prevalecen siempre sobre cualquier otra consideración.
Conocé a los especialistas de Banco Macro inscriptos en el Registro de Idóneos de la Comisión Nacional de Valores.

Es una cuenta especial para inversiones, indispensable si tenés intención de adquirir acciones, bonos o fondos comunes. En Banco Macro podés abrir tu cuenta comitente de forma gratuita. Después es necesario realizar una primera transferencia de fondos a tu nueva cuenta; a partir de ese momento, ya podés empezar a operar en los mercados de valores.

La cuenta comitente refleja todos los movimientos relacionados con la operativa bursátil: compra y venta de títulos, pagos de dividendos, etc. 

Consultá con tus asesores las ventajosas comisiones y condiciones de la cuenta comitente de Banco Macro.

En el mundo de las inversiones existe una paradoja muy llamativa: la desconfianza selectiva. 

Hay personas que, debido al desconocimiento o a malas experiencias previas (probablemente causadas por una insuficiente preparación, un deficiente asesoramiento o una combinación de ambos), desconfían de los mercados de capitales y de las entidades debidamente inscriptas y supervisadas por la Comisión Nacional de Valores.

Sin embargo, están dispuestas a considerar otras opciones de inversión considerablemente más arriesgadas y opacas (como las criptomonedas) o, lo que es aún más peligroso, a participar en proyectos y propuestas financieras que prometen oportunidades excepcionales y garantizadas para incrementar el capital.

En honor a la verdad, hay que reconocer que los fraudes son cada vez más sofisticados, y que los estafadores tienen una gran habilidad para identificar y pulsar las teclas psicológicas que mueven nuestras decisiones financieras. Incluso inversores muy experimentados se han dejado cautivar en algún momento por los cantos de sirena de los “rendimientos excepcionales con poco riesgo”, como nos demuestra el caso de Bernie Madoff. 

Cualquiera de nosotros puede convertirse en víctima de un fraude financiero. Esta situación, que siempre genera graves perjuicios, puede resultar devastadora para las personas que arriesgaron los ahorros de toda una vida. Para ayudarte a distinguir las ofertas financieras legítimas de las que pueden poner en peligro tu patrimonio, descargá la ficha Protegete de los fraudes financieros.


Productos

Cuando se dan los primeros pasos en el mundo de las inversiones es normal fijarse de forma preferente en la rentabilidad: como es lógico, el objetivo de todo inversor es hacer crecer su dinero. Sin embargo, la rentabilidad no viaja sola: tiene una relación directa e indisoluble con el riesgo asumido.
De hecho, la tolerancia al riesgo es uno de los componentes esenciales del perfil de inversión. La capacidad de hacer frente a la incertidumbre y a la volatilidad de los mercados debe ser el primer filtro para delimitar el rango de productos adecuados para vos.
Una vez definido tu nivel de tolerancia al riesgo, podés analizar los productos que entran en ese rango y analizar el resto de las condiciones y características, incluyendo la rentabilidad. En todo caso, no debés olvidar las siguientes ideas clave sobre los rendimientos esperados:
  • Las rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Muchos inversores sienten la tentación de elegir productos con un buen historial de ganancias. Se trata de un dato interesante, pero de utilidad limitada: solo te informa sobre el comportamiento del producto (y de la entidad emisora) en unas determinadas condiciones económicas y de mercado que no tienen por qué repetirse en el futuro.
  • Mayores expectativas de rentabilidad implican asumir mayores niveles de riesgo, sin excepción. Cualquier propuesta financiera que asegure grandes rentabilidades con poco o ningún riesgo está ocultando información relevante o, más probablemente, es un fraude. 
  • La contrapartida de los rendimientos esperados son las pérdidas previsibles. Preguntá a tu asesor qué pérdidas podría sufrir tu inversión en caso de que se diera el peor escenario posible. Se trata de un ejercicio interesante que te ayuda a dimensionar el verdadero riesgo que estás asumiendo.

El riesgo y la rentabilidad son parte esencial del perfil de inversión, pero por sí solos no bastan para realizar una elección óptima y consciente. Hay otros atributos, muy relacionados entre sí, que necesitás conocer antes de tener la plena certeza de que el producto que te interesa satisface todas tus necesidades y objetivos de inversión.
  • Volatilidad. Un instrumento tiene alta volatilidad cuando suele experimentar variaciones abruptas de precio. Es un concepto muy vinculado al riesgo, ya que aumenta la incertidumbre sobre los eventuales rendimientos. Salvo que el objetivo sea especulativo, si tus objetivos de inversión son de corto plazo no te conviene invertir en valores muy volátiles.
  • Horizonte temporal. Cada instrumento tiene un horizonte recomendado, que es el tiempo durante el que conviene mantener la inversión para que despliegue todas sus ventajas. Por ejemplo, las acciones suelen brindar rendimientos positivos en el largo plazo, pero pueden experimentar fuertes variaciones y descensos en momentos de incertidumbre económica, por lo que no son recomendables para inversores que necesiten o prevean recuperar su dinero en el corto plazo.  
  • Liquidez. Es uno de los atributos clave para todos los inversores que desean tener la posibilidad de recuperar su capital en cualquier momento. Un valor es líquido cuando se cumplen simultáneamente las dos condiciones siguientes:
    • Se negocia en un mercado secundario (como los bonos y acciones), o bien es posible deshacer la inversión en cualquier momento (como en los fondos comunes de inversión de tipo abierto).
    • Existe suficiente demanda de ese producto: resulta atractivo para otros inversores, por lo que siempre habrá alguien dispuesto a comprar cuando vos quieras vender. 
  • Cuando se cumplen ambas, el inversor puede vender sus activos en un tiempo razonable, obteniendo ganancias o, por lo menos, sin tener que aceptar reducciones significativas de precio.
  • Otras características. Consultá con tu asesor qué otras características del producto pueden tener influencia en los rendimientos esperados; por ejemplo, si existe algún tipo de condición para que se obtengan los rendimientos, limitaciones a la liquidez o transmisión de los títulos, etc.